miércoles, 2 de septiembre de 2009

sed


Despiertas. Notas la garganta seca, el dolor en los labios, necesitas beber, pero al levantarte, sabes que has dormido mal: tienes dolor de espalda y un pinchazo en el cuello. Te levantas igual, porque tienes sed. Conforme avanzas por el pasillo, se te hace eterno, porque recuerdas tus pesadillas… Duelen más que tu espalda y tu cuello, duelen más que la sed que te seca la garganta, duele más la necesidad de gritar, pero no puedes. Tropiezas y te caes. Sabes que te tienes que arrastrar, pero apenas logras ver el final del pasillo, porque las lágrimas de tus ojos no te dejan. Sólo ves, una y otra vez, las imágenes que te persiguen en cuanto cierras lo ojos. Tu insomnio es un insomnio forzado. Algo que nadie sabe. Que reflejan tus ojeras. Y tu sonrisa oculta. Algo que nadie sabrá porque estás lejos y te falta algo, pero no te atreves a pedirlo. Nadie te lo dará.

Tienes sed, pero las lágrimas son saladas y no lograrán calmarla. Necesitas agua dulce, agua que te calme y te serene, que te deje ver la realidad, las paredes que palpas, el suelo que pisas… Consigues levantarte y sigues, como cada mañana , a coger el agua que tienes reservada para todas las mañanas.

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